Apostar a la cultura

Columna publicada en El Nuevo Día el 4 de abril de 2014 Por: Javier J. Hernández Acosta

Tengo la sensación de que estamos jugando las últimas fichas. Y para seguir con el dominó (y lo cultural), me parece uno de esos juegos donde queremos guardar el doble seis, aun cuando todos sabemos como eso termina. El país apostó a todo en la economía. Apostó a lo que teníamos y no supimos manejar y a lo que nunca debió. Nos fuimos con las corrientes internacionales y con las recomendaciones de cada consultor. Y justo antes de que se tranque el juego se abrió una puerta para apostar a la cultura.

La actividad cultural, guiada por las artes y todos los medios y soportes a través de los cuales se manifiesta, son el único elemento real de diferenciación. En fin, es la única estrategia capaz de atender de manera transversal la estructura económica. Lo hace a través del turismo, lo hace a través de la internacionalización que garantiza la inversión extranjera y lo hace a través del bienestar social que es la única finalidad del desarrollo.

Sin embargo, le tenemos un miedo incomprensible a intentarlo dentro y fuera del sector cultural. Inclusive, tratamos de distanciarlo hasta del propio discurso de economía creativa, pretendiendo que son dos cosas distintas. La creatividad no es otra cosa que la imaginación con contexto, y ese contexto es la cultura. De igual forma, la tecnología no es otra cosa que uno de los soportes principales para desarrollarla. La ciencia, hoteles, tecnología, procesos y bienes, se copian fácilmente (con o sin patente), la cultura no. Y es precisamente lo que el mundo anda buscando.

No todos vamos a vivir de las industrias creativas, pero podemos crear una plataforma para que el país se construya sobre ello. Si esa base parte de la equidad, inclusión, diversidad y justicia social, y lo hace desde la creatividad, habrá terreno fértil. Lo otro sería quedarnos con el doble seis. Esa es la última y única apuesta con posibilidades.

Columna El Nuevo Día - Apostar a la cultura

 

 

Comunicado: Foro sobre cultura

Celebra el MUS un importante foro sobre la cultura

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Cumpliendo su objetivo de educar al País sobre los problemas que le afectan y sus posibles alternativas de cambio, el Movimiento Unión Soberanista (MUS) celebrará un importante foro sobre el candente tema de la cultura, que tendrá lugar el miércoles 18 de septiembre a las 7:00 pm en el Colegio de Abogados.

El panel del foro “Perspectivas de la Cultura” estará integrado por la doctora Margarita Ostolaza, ex senadora y profesora universitaria; el doctor Miguel Rodríguez, Rector del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe; el Profesor Roberto Ramos-Perea, dramaturgo, actor y Director General del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño; y el economista, músico y Profesor de Gerencia Cultural en la UPR, Javier Hernández. El moderador del foro será el reconocido humorista, escritor y motivador, además de músico y compositor, Silverio Pérez.

Los panelistas discutirán el tema de la cultura desde diversas perspectivas, a tono con la necesidad de establecer una política cultural coherente, que contribuya a nuestro desarrollo sostenible. La doctora Ostolaza hablará de la cultura como fuerza de resistencia y reafirmación nacional, seguida del Profesor Hernández, quien disertará en torno a las empresas creativas necesarias para lograr ese desarrollo sostenible. Por su  parte, la ponencia del Profesor Ramos-Perea ha de girar en torno a las “Instituciones autónomas ante el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP)”; mientras que la del doctor Rodríguez será sobre la “Afirmación y diversidad cultural: un proyecto para el Siglo XVI”.

“En este momento histórico, la cultura juega un papel muy importante como elemento de resistencia y reafirmación nacional, ante los intentos de transculturacion a que nos han sometido los políticos de turno”, expresó la licenciada María de Lourdes Guzmán, Presidenta del MUS. “Cumpliendo su misión educativa, el MUS ha organizado este encuentro entre gestores culturales para abonar a esa discusión tan necesaria en torno a la urgencia de establecer una política cultural coherente que contribuya a nuestro desarrollo sostenible”, sostuvo la licenciada Guzmán.

 

Fecha: 11 de septiembre de 2013

Contactos: Josean Ramos (787) 667-8183

María de Lourdes Guzmán (787) 391-4899

Comentario sobre la presentación del “Perfil de la economía creativa en Puerto Rico”

Comentario sobre la presentación del “Perfil de la economía creativa en Puerto Rico”

Casa de Cultura Ruth Hernández Torres – Río Piedras, Puerto Rico

19 de junio de 2013

Por: Javier J. Hernández Acosta

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La presentación oficial del informe sobre el “Perfil de la economía creativa en Puerto Rico” fue una excelente oportunidad para establecer preocupaciones, reflexiones y una agenda de temas de investigación en torno a las industrias creativas. En este documento pretendo hacer un recorrido por algunos de esos planteamientos y preocupaciones según mi mejor apreciación y memoria. Definitivamente, y en gran medida es uno de los propósitos del estudio, la presentación del informe generó más preguntas que respuestas.

Es importante señalar que la actividad contó con una importante diversidad en la audiencia. Estuvieron presentes emprendedores creativos, académicos, legisladores, investigadores, responsables de política pública, gestores culturales y representantes de otras iniciativas para estimular la agenda en torno a la economía creativa. En términos de los sectores, habían representantes de los sectores de diseño, cine, televisión, prensa, artes escénicas, música, danza y museos, entre otros.

La primera oportunidad de comentar el informe fue de la Dra. Mareia Quintero, directora del programa graduado en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico. La Dra. Quintero destacó la importancia de hacer disponible estos datos y concentró su intervención en poner el tema de la economía creativa en el contexto de la relación entre cultura y desarrollo. Este análisis es de suma importancia porque precisamente, el discurso de las industrias creativas se ha planteado como un “alternativa viable” para los países en desarrollo. Sin embargo, existen grandes críticas a esa visión, algo que la Prof. Quintero discutió desde cuatro vertientes: la cultura como obstáculo para el desarrollo, el paradigma de la preservación, la cultura como recurso y la cultura y capital social. Sobre este recorrido sobre los discursos en torno a la relación cultura y desarrollo, se cuestiona cuáles pueden ser los indicadores de un desarrollo sostenible.

El Prof. Alfredo Nieves comentó la importancia del informe en términos del reconocimiento de una actividad económica real de estas industrias, algo que estaba pendiente por demostrarse. Destacó la importancia de que el sector creativo se reconozca como gremio y la necesidad de entender las dinámicas que se reflejan en el informe. También comentó sobre la importancia de incorporar este tipo de información a los modelos de negocios y análisis de las industrias creativas, logrando llenar esos puntos críticos y debilidades en la cadena productiva de la economía creativa.

A partir de estos comentarios, se plantearon varias inquietudes sobre los datos que de alguna forma de incorporan a la agenda de investigación. Por ejemplo, la Dra. Quintero hizo preguntas relacionadas a determinar que porcentaje de esas industrias son de capital local, cuántas corresponden a conglomerados y cuáles representan empresas privadas con o sin fines de lucro. En esa misma dirección, Jairo Gómez Arcila hizo un planteamiento muy importante sobre la composición del sector creativo. Planteó que por lo general las grandes empresas se convierten en barreras de entrada para el desarrollo de micro y pequeñas empresas, un área que todavía no se ha investigado en Puerto Rico y específicamente en el sector creativo.

El Prof. Angel “Chuco” Quintero hizo una intervención que fue directamente a cuestionar la naturaleza de la composición de las industrias creativas. En términos generales, su planteamiento iba dirigido a reconocer las dinámicas laborales en este tipo de actividad, algo imposible de recoger en los modelos de empleo e impacto económico. También habló sobre la necesidad de utilizar nuestras propias definiciones y ser cuidadosos con el análisis que se genera a partir de esa información. Otros asistentes manifestaron preocupaciones con los sectores, ya que naturalmente no resulta fácil identificarse en categorías agregadas. Esto es uno de los problemas detrás de las estadísticas oficiales pero sobre con un problema de identidad profesional. Las personas difícilmente se identifican como empresarios o trabajadores creativos, sino que esas identificaciones se dan con su sector específico, entiéndase la danza, música, diseño gráfico, arquitectura, etc. Sobre este tema se generaron algunas preocupaciones particulares de los distintos sectores.

Posterior a la presentación, la Dra. Indira Luciano, directora del Departamento de Economía de la Universidad de Puerto Rico hizo varios comentarios de gran importancia para el proceso de investigación. Primeramente, plantea que es importante mirar la economía creativa como una actividad más allá de una industria. Ocurre algo similar con el turismo, que se compone un grupo de actividades en distintas industrias. Por esta razón, resulta difícil medirlo de esta manera. Esto recuerda el estudio del Profesor Angel Ruiz sobre el tema en 1991. Dicho estudio también habla de la “actividad cultural” y describe este mismo planteamiento. Por ejemplo, en el caso de Colombia, cuando se habla de industrias culturales se incluye todos aquellos emprendimientos donde el contenido principal sea simbólico y de naturaleza cultural. Bajo este escenario, no toda la arquitectura o el diseño se incluyen, solamente en los casos de alto contenido cultural. Adicional a este planteamiento, la Dra. Luciano plantea la importancia de la ubicación geográfica de estas industrias. De igual forma, plantea que un análisis de insumo-producto permite establecer las relaciones del sector creativo con otras industrias.

Todos estos comentarios están siendo analizados para incorporarlos a la agenda de investigación.

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Foto Informe

 

Ecosistema creativo: Un modelo de política pública basado en un portafolio de inversión

Por: Javier J. Hernández Acosta javihernandez@yahoo.com

Incluido en el "Perfil de la economía creativa en Puerto Rico": http://inversioncultural.com/?page_id=1121 

Este informe de alguna manera refleja la complejidad de manejar el concepto  de industrias creativas. Todavía resta segmentar el análisis a través de sectores para poder intervenirlos apropiadamente. Existen diversos modelos y experiencias para incentivar el desarrollo de empresas e industrias creativas. Sin embargo, como se ha comentado anteriormente, es necesario adaptar los modelos al contexto puertorriqueño.

Es un principio, el enfoque de toda estrategia de desarrollo económico es potenciar la creación de empleos y riqueza, sobre todo mediante la exportación como herramienta principal. Esto supone estudiar, identificar e implementar una serie de incentivos para lograr que empresas creativas puertorriqueñas despunten en los mercados internacionales. Pero aunque esto suena lógico y deseable, la realidad de estos sectores en Puerto Rico es muy distinta. Por lo general, estos mecanismos funcionan en economías desarrolladas donde ya existe una infraestructura y una base sólida de ese ecosistema creativo. En Puerto Rico esa no es la realidad, por lo cual es necesario dar un paso hacia atrás y basar la estrategia en el ecosistema en vez de simplemente en las empresas e industrias creativas.

El caso de Puerto Rico presenta un gran problema adicional. Las industrias creativas son probablemente el sector menos regulado por el marco legal de los Estados Unidos, al cual Puerto Rico está sujeto. Esto se debe a que para los Estados Unidos representa uno de los principales productos y servicios de exportación. Por lo tanto, existe una desventaja natural en relación a otras economías emergentes en el tema de la economía creativa, ya que muchos de estos países han logrado establecer mecanismos adecuados de protección y desarrollo de sus industrias creativas, incluyendo el acceso al consumidor final.

Las empresas no operan de manera aislada. Por lo general forman parte de un ecosistema donde distintos participantes aportan a través de diferentes roles. Contrario a la visión tradicional, el crecimiento económico y el volumen no necesariamente son el indicador principal. Partiendo de este análisis, se propone mirar el rol de las empresas creativas dentro del ecosistema como principal indicador de los incentivos a otorgar.

El modelo presenta tres roles principales: empresas de insumo, de competitividad y de innovación. La forma de pirámide permite establecer que lo que normalmente se incentiva es realmente un pequeño grupo de empresas que a su vez se nutre de lo que pasa en los niveles bajos. Esto quiere decir, que surgen cuando se han dado unas condiciones de competitividad en el mercado local, y ese mercado a su vez es el resultado de unas empresas que proveen los insumos creativos con las destrezas necesarias para desempeñarse en los niveles superiores. Entonces, la condición óptima del ecosistema depende de la condición de cada etapa.

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Aunque es natural que exista movilidad de las empresas entre cada etapa, no siempre es así, por lo cual su rol puede ser únicamente el de proveer insumos mediante la experiencia y desarrollo de destrezas laborales y emprendedoras. En resumen, el hecho de una empresa no tenga un rendimiento económico sobre el promedio, no significa que no sea elegible para incentivar. Existen varios análisis para fortalecer el modelo. Por un lado, mientras se amplíe la base se fortalece el ecosistema, lo que deberá facilitar las etapas posteriores. Por otro lado, la rivalidad entre las empresas es fundamental para que se dé la etapa más alta de la pirámide. En este caso, si no se hace correctamente, los incentivos podrían debilitar la competitividad del sector en relación con el exterior.

Esto nos lleva a un planteamiento que hemos desarrollado en los últimos años en torno al “rendimiento cultural”, en este caso, el “rendimiento creativo”. Se trata de un modelo de análisis que permite identificar la contribución de una empresa a todo el ecosistema. Y esa contribución es complementaria a su desempeño económico. En el caso de las organizaciones culturales, el modelo opera tanto en la oferta como en la demanda. Para el contexto de las empresas creativas, ese análisis estará concentrado en el lado de la oferta. Las preguntas claves son: ¿En qué medida la empresa contribuye a fortalecer las destrezas laborales y emprendedoras de los empleados creativos? ¿Qué magnitud tienen los eslabonamientos productivos con otros sectores creativos y fuera de las industrias creativas? ¿Cómo contribuye la oferta de la empresa a la diversidad de bienes y servicios creativos? Y finalmente, ¿En qué medida la operación de la empresa contribuye a la aglomeración geográfica de las industrias creativas? Estos criterios pueden convertirse en una rúbrica de evaluación y el modelo provee los indicadores para analizarlo. En cierta medida, se trata de incluir al análisis lo que normalmente se considera como externalidades (spillovers) y no se mide adecuadamente.

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         Además del rol de la empresa en el fortalecimiento del ecosistema creativo, es necesario mirar los tipos de incentivos a otorgar. Un segmento de las industrias tiene grandes necesidades de financiamiento, ya sea a través de inversión o de deuda. Otro segmento tiene una gran necesidad de apoyo técnico a la gestión empresarial, algunos de incentivos que contribuyan a equilibrar los altos costos de operación y otro segmento específicamente sobre el tema de comercialización.

Cuando hablamos de un portafolio de inversión, se busca plantear la necesidad de poner sobre la mesa las propuestas a través de esos indicadores, tanto en el plano estratégico de política pública, como en la demanda de los empresarios. Se debe analizar no sólo el rendimiento individual sino su contribución sobre la sostenibilidad del sector en el cual opera la empresa. En resumen, se pueden utilizar indicadores como el sector creativo, el tipo de incentivo, los eslabonamientos inter o intra-industria, su contribución al mercado laboral (sobre todo cualitativamente), la etapa en la cadena de valor y en el ciclo de vida que se encuentra la empresa. Es necesario buscar herramientas de análisis precisas y convenientes para el difícil contexto de Puerto Rico en materia económica y empresarial.

El rumbo que debe tomar la cultura (artículo Claridad)

Por: Perla Franco Publicado en el periódico Claridad del 13 al 19 de mayo de 2013: http://www.claridadpuertorico.com/content.html?news=434020C1E8B152F7BAB86BBDAEC7FC9A

En medio de la gama de nombres que se manejan para dirigir el Instituto de Cultura Puertorriqueño (ICP), habría que preguntarse si el proceso se queda en la lucha por el nombramiento, o si trasciende hacia la meritoria discusión del desarrollo que deben tener las instituciones culturales del país.

Ese debate, que hasta el momento ha mantenido un tono de bajo perfil público, tiene en jaque al gobernador Alejandro García Padilla, de quien se dice que tiene listo un proyecto de ley, -preparado por sus asesores-, que quisiera presentar a la Legislatura pero que parece estar reñido con otras propuestas. El contenido del proyecto es desconocido hasta al momento.

Así las cosas, consultamos a varias personas vinculadas a la gestión cultural del país para que nos dieran su opinión sobre el panorama cultural actual y las necesidades que debería cubrir cualquier legislación al respecto.

 

Necesario el diálogo social para repensar la cultura y su institucionalidad actual

Para la directora de la Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Mareia Quintero, la percepción que tiene sobre el supuesto proyecto del Ejecutivo es que hay quienes gestionan para que no se presente, con lo que ella está de acuerdo. Y es que no está de acuerdo en que una propuesta como esa deba salir del gobierno y sus asesores, sino de un diálogo social sobre el tema, del que deberá surgir el “repensar totalmente la cultura”.

“La importancia de las políticas culturales es que deben darse como parte de un diálogo social que incida en toda la política pública” afirmó Quintero. Con relación al nombramiento de un director o directora del Instituto de Cultura, para el cual han estado sonando diferentes nombres, opinó que “ese nombramiento estaría enmarcado en ese diálogo social y me parece que eso es lo correcto”.

“A mí lo que me preocupa”, añadió, “son los precedentes”. Se refirió a que bajo las administraciones de los exgobernadores Sila Calderón como Aníbal Acevedo Vilá, se elaboraron sendos informes sobre el tema cultural que nunca trascendieron. Se refirió a ambos informes como “incompletos”, aunque reconoció que tuvieron “elementos importantes. “Pero no se hizo nada con eso. Por eso me parece que fueron insuficientes”.

En el caso del informe que se realizó bajo la administración de Acevedo Vilá, -que fue preparado por el Instituto de Política Pública-, explicó que éste llegó a tener unas 100 ponencias que no se hicieron públicas. En el caso del informe bajo la administración de Calderón, “ése sí se hizo público por el ICP, pero no llegó mas allá”.

Quintero está conciente de que los procesos de diálogo social son intensos, transversales y requieren de mucha participación. Sin embargo, reconoce su vital importancia en este proceso. Por ello, simpatizó con la idea de que se inicie ese “amplio proceso de consulta social y consenso” que permita “reevaluar esa institucionalidad de la cultura”. Identificó su necesidad debido a la inercia gubernamental que existe ante la necesidad de “articular una política cultural coherente” que conecte las diversas agencias culturales. Reconoció en la participación ciudadana el eje vector del proceso de diseño, implementación y evaluación de las políticas culturales. Hizo referencia a la necesidad de una red de puntos de cultura. Habló de alianzas estratégicas con las instituciones educativas para integrar las artes en el proceso educativo. También la inclusión social “a través de la experiencia creativa”. Considera que el proceso se debe dirigir hacia una economía de cultura sostenible. Planteó la necesidad de enriquecer el capital cultural nuestro con políticas de residencias culturales que promuevan creación artística innovadora; que se fomente a nivel internacional y regional, que tenga intercambio con la diáspora boricua y que fomente la documentación, investigación y crítica cultural.

 

Reclamo de un Departamento de la Cultura

Otra de las propuestas culturales importantes es la que insiste en que se cree de una vez y por todas un Departamento de Cultura. Uno de los que viene haciendo ese reclamo hace años es el reconocido artista plástico Antonio Martorell.

Martorell dijo desconocer si el Gobernador tiene o no un proyecto de ley preparado para presentarlo a la Legislatura relacionado a la cultura, pero insistió en que lo que se debe hacer es crear ese Departamento de Cultura a nivel del gabinete del Gobernador “para darle la importancia que amerita” la cultura, y para que “se le asigne un presupuesto igual que se hace con los demás Departamentos como el de Educación, Turismo, o Recreación y Deportes, entre otros. Un Departamento de Cultura con voz, con voto y con presupuesto”, insistió.

Aunque reconoció que hay quienes se oponen a que se cree ese Departamento bajo el argumento de que el gobierno tendría injerencia política directa que le haría perder la “independencia” que le atribuyen al ICP, indicó que “bajo esa supuesta independencia al ICP casi lo destruyen. ¿De qué independencia es que hablan esas personas?”, cuestionó.

 

Por un Ministerio de Cultura

Otro de los que hace años viene haciendo un reclamo relacionado al tema de la cultura Ángel Collado Schwarz, reconocido empresario en la industria de las comunicaciones y quien fuera miembro de la Junta de Directores del ICP en 1985 y del Museo del Barrio en Nueva York.

Collazo Schwarz reconoció la importancia del ICP y “la gran labor que realizó en un país colonizado donde los colonizadores han ignorado la cultura”. Pero opinó que ya es momento de trascender y crear una “Secretaría de la Cultura”, similar al modelo que existe en Francia “para democratizar la cultura, que fue lo que se hizo en ese país. Ese modelo debe incluir el acceso a la cultura”, indicó. Otro de los ejemplos que utilizó para favorecer ese modelo fue la orquesta juvenil de Venezuela, que ha utilizado la música como antídoto a la educación musical elitista y a la delincuencia.

Collado Schwarz dijo estar convencido de que es “absurdo” que en el siglo XXI en Puerto Rico existan ocho instituciones culturales, dos de ellas “independientes”, y que en su lugar debería existir un Ministerio de Cultura. Ese Ministerio de Cultura, señaló, debería tener tres objetivos importantes: educar, maximizar la creatividad del puertorriqueño y su autoestima, y ser herramienta para generar empleo. Lo visualiza como el ente rector de la política pública cultural, con un presupuesto centralizado y que trabaje “bien de cerca” con las secretarías de Educación, con la Universidad de Puerto Rico y con el Departamento de Desarrollo Económico. Porque, añadió, ese modelo puede generar más dinero que lo que le asigne el gobierno, como sucede en la ciudad de Salzburgo (en Austria), según indicó. Por lo tanto, aclaró que ese Ministerio debe verse “como una inversión para generar ingresos y no como un gasto”.

Collado Schwarz opinó que luego de radicado un proyecto como ese en la Legislatura, en el proceso de vistas públicas es donde el tema se abriría a discusión.

 

La cultura como motor económico

Un ángulo novedoso en el tema cultural es el que propone el joven músico, gestor de empresas culturales, trabajador en distintos proyectos de iniciativas privadas de autogestión para generar empleo seguro en la cultura, y quien tiene estudios en Administración de Empresas, Javier Hernández.

Su planteamiento incluye el hecho de que existe una generación que ha trabajado la cultura al margen de la institucionalidad cultural y que por lo tanto ha tenido que gestionar sus propios recursos financieros para desarrollarlo. Por ello, plantea que éste puede ser un buen momento para que todos los sectores relacionados a la cultura comiencen a converger en una mesa y a conversar sobre el tema. Ello, debido a que “se debe entender” que el apoyo de las agencias de gobierno dedicadas a la cultura no necesariamente tiene que ser económico, sino de recursos y facilidades. Cree que el gobierno debe tener un rol directo en la producción cultural, para garantizar una política pública cultural.

Hernández criticó que en los últimos años, “por la situación política que conocemos, el rol del gobierno no ha sido mucho”. Planteó que el diseño de las instituciones culturales que existen no está adaptado al siglo XXI y que es muy rígido. Mencionó que además, se ha creado “mucha legislación que no es cultural, pero que ha afectado la cultura”. Dio como ejemplo el asunto de la colegiación compulsoria de productores de espectáculos y los descuentos de 50 o 75 por ciento en el costo de los boletos para las personas de edad avanzada, “impuestos de manera desorganizada sin pensar en las consecuencias que iba a tener para el sector cultural”, principalmente el emergente que se desarrolla con pocos recursos. “Eso supone que si yo soy un pequeño empresario puertorriqueño que quiere hacer una producción entre artistas independientes, tengo los mismos requisitos de un productor que produce en el Choliseo con un presupuesto millonario. Eso es totalmente desproporcional. Esas son cosas que afectan y yo creo que se debe a que no hay una política cultural que canalice esos esfuerzos y que ayude. Que todo el mundo sepa a la hora de legislar qué es lo que queremos hacer, cuáles son los lineamientos y qué nos propusimos a nivel nacional en cuanto a la cultura”, acotó.

Reconoció que existe la necesidad de convocar a todos los sectores culturales, vinculados a su vez al sector comunitario, para crear un Plan Nacional de Cultura que tome en cuenta las particularidades geográficas y demográficas. Ese plan debe establecer lo que debe ser consenso de lo que se quiere proteger, incentivar y lograr a nivel cultural. Igualmente propuso trabajar con el acceso a la cultura y con lo que llamó los tres ejes de un nuevo diseño organizacional que deben darle flexibilidad a la institucionalidad gubernamental cultural. Éstos ejes son: el patrimonial, que debe encargarse de la conservación y preservación; el de la vinculación cultural a la educación, y el de las industrias culturales y cómo en ellas se estimula la demanda cultural que a su vez se utilice como motor de desarrollo económico.

Será la creación clara y coherente de un proyecto cultural de país en el que aporten todos los sectores vinculados a la cultura, los que a su entender logrará conformar la institucionalidad necesaria. “Y así, quien dirija esa institucionalización deberá seguir esos lineamientos”, argumentó.

Rendimiento Cultural: Modelo de análisis para empresas culturales

Aun existen muchos debates en torno a la relación economía y cultura. Quizá ya nadie cuestione su existencia e importancia, pero sí la naturaleza del discurso y las interacciones constantes entre ambos. Sobre todo, en los últimos años se ha ampliado el alcance del sector buscando incluir actividades empresariales e industriales que se alejan de las artes como insumo principal. El discurso de la “economía creativa” fortalece la importancia de lo económico, algo que podría ser un alma de doble filo.

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¿Qué hacemos con el ICP?

Por: Javier J. Hernández Acosta Publicado originalmente el 12 de abril de 2013 en la Revista Digital 80 Grados.

http://www.80grados.net/que-hacemos-con-el-icp/

Llegar a los primeros cien días de un nuevo gobierno sin nombramientos en las principales instituciones culturales públicas es preocupante. El tema del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) sigue siendo una gran preocupación para diversos sectores vinculados a la producción cultural. Muchos han perdido la esperanza de que esta institución tenga las capacidades y estructura para asumir su rol, por lo que el debate gira en torno a su eliminación, redefinición o creación de una nueva estructura. Es normal escuchar y leer comentarios en las redes sociales pidiendo que se elimine la institución y se cree una nueva, pero también se plantea que el “nombre no hace la cosa”, en relación a la posibilidad de crear una institución de mayor rango. Hay algo de razón en ambas lados del debate, aunque el análisis debe ser mucho más profundo, incluyendo las dimensiones políticas, administrativas y de visión.

Uno de los grandes problemas del ICP ha estado presente desde el primer día: la política. La creación del ICP es uno de esos maridajes entre el PPD y los intelectuales de la época. En ambos lados había un interés genuino, unos por defender la identidad puertorriqueña y otros que vieron en la cultura una herramienta vital para sostener el proyecto del ELA en un momento de grandes cambios a nivel local y en la región. No corresponde aquí profundizar sobre ese proceso, que muy bien ha sido documentado por varios académicos. Sin embargo, esa movida fue inmediatamente cuestionada por la oposición del PNP, quienes en nombre de una cultura “universal y dinámica” tomaron acciones que afectaron a la institución. A partir del 1968, comenzó la crisis del ICP mediante la creación de instituciones paralelas que fueron poco a poco fraccionando la acción cultural pública.

¿Qué hacemos con el ICP? Nos merecemos un honesto y profundo debate al respecto. Uno de los aspectos más importantes en la discusión es la nueva relación economía-cultura, o economía creativa, que tiene a muchos países poniendo dinero a última hora en un sector que descuidaron por años. Por eso hay que ser cuidadosos con las acciones a tomar. No podemos esperar de la noche a la mañana que las empresas culturales y creativas despunten creando empleos y actividad económica. Se trata de un sector muy débil donde el monopolio de los grandes conglomerados ha debilitado su capacidad emprendedora. Sin embargo, este es el momento de hacer un gran inversión en esa base productiva para que a mediano plazo se convierta en un sector económico importante, siempre reconociendo que esa estrategia no debe obstaculizar los objetivos de política cultural, específicamente aquellos de democracia y democratización, libertad de creación, acceso y participación. No olvidemos que en nombre el derecho de autor (el principal mecanismo de creación de riqueza del sector creativo), perdimos por años a Tite Curet de la radio puertorriqueña. Por esta razón, la economía debe ser un recurso para la cultura y no lo contrario. Para potenciar su desarrollo es necesario conocer las dinámicas de esa economía creativa, algo que no se puede hacer únicamente desde la lógica económica. Las instituciones relacionadas deben responder a esta nueva realidad para cumplir con sus funciones de manera eficiente.

Yo apuesto a una Secretaría de Cultura que tenga rango de gabinete, permitiendo que se den las interacciones necesarias entre los componentes de desarrollo económico, educación, familia, turismo, etc. Una Secretaría de Cultura, además del rango de gabinete, debe tener la capacidad de agrupar a las distintas instituciones culturales y eliminar el terrible problema de la fragmentación, algo que por años ha debilitado al sector cultural. Entre esas instituciones independientes yo rescataría a la Corporación de Cine, el programa de artesanos, WIPR, el Conservatorio y demás instituciones culturales. Y aunque suene atrevido, ¿por qué no?, a la Compañía de Turismo. Demasiado dinero se ha perdido por el grave error de construir una imagen de país desde las agencias de publicidad y no desde la cultura.

Atendiendo el grave problema de diseño organizacional, es necesario establecer una estructura matriz que responda a los sectores artísticos pero también a las principales áreas de desarrollo. Esa nueva Secretaría podría tener cinco divisiones que respondan a esos ejes: Patrimonio, Desarrollo Comunitario, Educación, Industrias Culturales y una división de Innovación. Esto significa que un sector como el teatro puede tener proyectos asociados al trabajo comunitario, a la preservación de alguna manifestación particular, a la educación, etc. De esta forma, se podrán atender las propuestas y proyectos con el enfoque correcto. Lo mismo ocurrirá con el cine, la música, las artes visuales y la literatura. La división de innovación será la responsable de la investigación y desarrollo a través de los laboratorios de creación. En otras palabras, se trata del insumo principal para el área de industrias culturales y creativas. Una estructura como esta crea un balance entre la flexibilidad, el enfoque y la continuidad. De igual forma, se pueden crear grupos inter-agenciales para atender proyectos específicos.

Por supuesto, de nada sirve cambiar el diseño si no se cuenta con el presupuesto adecuado, y la recomendación de la UNESCO de un 1% del presupuesto total es un buen inicio. Sin embargo, todavía nos falta descifrar cómo vamos a mantener la política partidista fuera de la cultura. En ese sentido, podrían servir los mecanismos de asignación de fondos a través de entidades cuasi-públicas como los Consejos de Arte. De esta manera se identifican personas de prestigio y respeto en la comunidad artística y otras áreas. De igual forma, es necesario exigir indicadores híbridos como evidencia de impacto y establecer niveles para las organizaciones de acuerdo a sus capacidades y experiencia. Y sobre todo, cumplir con los reglamentos para que no sean letra muerta.

Por alguna parte debemos comenzar la discusión, y el diseño organizacional es un área fundamental.  La integración de las instituciones, un presupuesto adecuado, un rango de gabinete que haga justicia a la transversalidad de lo cultural y una dinámica organizacional eficiente son los componentes necesarios para que la acción cultural tenga la importancia que merece.

Siete décadas de impacto cultural

Por: Javier J. Hernández Acosta Publicado originalmente en la edición marzo-abril 2013 del periódico Diálogo.

http://dialogodigital.com/index.php/Siete-decadas-de-impacto.html

La Facultad de Estudios Generales cumple 70 años y existe una infinidad de razones por las cuales celebrarlo. También es un gran momento para reflexionar sobre su contribución a la Universidad y al País. Vale recordar aquellos años donde se llegó a discutir su eliminación en función del supuesto “conocimiento útil”. Aquella discusión dejó entrever la falta de un análisis profundo y transversal sobre la importancia de la Facultad. Las dinámicas de producción y consumo cultural que se dan en Estudios Generales son únicas y ameritan dedicarle unas palabras.

La Universidad es un espacio natural de intercambio de ideas y creación; es parte fundamental de su misión. Y por supuesto, una de las formas a través de la cual se manifiesta esa dinámica es mediante la creación artística. La historia ha dejado evidencia de la gran cantidad de proyectos y movimientos artísticos que se han gestado desde el Recinto. Sabemos que la Facultad de Humanidades podría ser el principal foco de creación artística. Sin embargo, me atrevo a argumentar que Estudios Generales es el de mayor impacto, probablemente por la importancia del factor diversidad contenido en sus aulas.

POLÍTICA CULTURAL UNIVERSITARIA

Hace unos años, y a raíz del conflicto con la reapertura del Teatro, la Universidad realizó un impor tante esfuerzo para desarrollar una política cultural para el Recinto. Aquella investigación presentaba valiosa información sobre los hábitos de consumo cultural estudiantil. Y aunque no se pueda separar estadísticamente el efecto de ese primer año en los estudiantes de Generales, los hallazgos nos permiten hacer inferencias sobre su importancia. Por ejemplo, sobre el 20 por ciento de estos asistió a un museo o a un concierto de música clásica luego de entrar a la Universidad.

Pero resulta más interesante que estos números aumentan entre aquellos con el nivel socioeconómico más bajo, lo que representa que se materializa el objetivo de mayor acceso y participación en las artes y la cultura. También se destaca que a un 68 por ciento le asignaron asistir a alguna actividad cultural como parte del curso y el 42 por ciento se enteró de estas actividades gracias a que el profesor u otro alumno la anunció en el salón. Finalmente, sobre un 30 por ciento destacó pertenecer a alguna asociación estudiantil y/o agrupaciones artísticas. Todos estos datos van dirigidos a fundamentar el análisis que sigue.

UN “CLUSTER” CULTURAL

Voy a tomarme el atrevimiento de traer uno de esos análisis que se ponen de moda en la literatura empresarial. Los llamados “clusters” no son otra cosa que ecosistemas naturales en una industria o sector. Es un contexto donde se dan todas las condiciones para potenciar una actividad particular. En el caso de las artes y la cultura podríamos mencionar varios requisitos: concentración de recursos humanos, infraestructura, asociaciones, proximidad a la audiencia y colaboradores y la diversidad de esa audiencia. Sobre todo, estos ecosistemas son efectivos en la medida en que promueven el derecho al acceso, participación y creación cultural. Y quizá la forma más simple de demostrar que la Facultad de Estudios Generales cumple todas estas dimensiones, más allá de los datos, es describirlo desde mi experiencia.

MI EXPERIENCIA COMO ESTUDIO DE CASO

Cuando piensas que durante ese primer año universitario tuviste la experiencia de formarte con profesores como Liliana Ramos Collado, Margarita Mergal, Jorge Rodríguez Beruff e Isabelo Zenón, entiendes la magnitud del talento que abunda en ese espacio. Quizá para algunos esto no sea una sorpresa, pero si tu destino final son facultades como Naturales o Empresas, eso hace una gran diferencia.

Además del recurso intelectual, se me ocurre pensar en la importancia de la infraestructura y función de laboratorio de ideas y producción creativa. Aun tengo el gran recuerdo de los anfiteatros, donde asistí a una infinidad de foros, talleres, presentaciones artísticas y conferencias. Ese primer año me dio la oportunidad de integrarme a agrupaciones artísticas, enterarme de gran parte del quehacer cultural independiente (bastaba la parada obligada a los “bulletin boards” en una época sin Facebook) y de relacionarme con personas con las mismas inquietudes artísticas y culturales. A través de esos primeros cursos visité el Museo de Historia, Antropología y Arte del recinto, asistí a varias obras en el Teatro y descubrí propuestas artísticas, locales e internacionales que cambiaron mi perspectiva sobre muchas cosas.

COMENTARIOS FINALES

Ese panorama no ha cambiado mucho desde mis años en Generales y cada vez la Facultad se involucra más en esa experiencia. Allí tenemos una joya en el programa de estudios musicales, la experiencia de eventos de gran alcance como El maratón de La Iliada y La Odisea, y mejoras a la infraestructura que facilitan la estadía en sus pasillos y alrededores. De igual forma, contribuye a fortalecer la actividad cultural que se genera desde otros espacios del recinto. Estudios Generales es un gran ecosistema de producción y consumo cultural, y lo hace en un momento oportuno para el estudiante, lo atrapa en esa transición hacia la “formación profesional”. Es probablemente el último intento de que la creatividad individual no desaparezca por completo.

Hacia la economía creativa

Hacia la conomía creativa

JAVIER J. HERNÁNDEZ ACOSTA

Publicado originalmente en El Nuevo Día el 2 de febrero de 2012: http://www.elnuevodia.com/columna-economiacreativa-1439333.html

Durante los próximos meses veremos un mar de propuestas y alternativas de desarrollo económico. Probablemente veremos una mezcla de repetición, enfoques absurdos y una que otra buena idea que nos dará esperanza de no seguir empeorando. Mucho de la discusión girará en torno a la calidad de los empleos y el rendimiento de los incentivos otorgados. Mientras, seguimos abogando por dirigir la atención hacia la economía creativa, porque aunque sea pertinente incentivar la agricultura y el sector industrial, sabemos que ninguna de ellas será esa punta de lanza que nos ponga en el nuevo mapa de la competitividad internacional.

La economía creativa, que incluye todos esos sectores que se fundamentan en la creatividad, contenidos simbólicos y protegidos por el derecho de autor, brinda una oportunidad única de desarrollar una economía que combina ser de alto valor añadido e intensiva en mano de obra. Se trata de un sector con grandes eslabonamientos con el resto de la economía y en la que existe abundancia de su insumo principal: el talento. Fomentar la economía creativa, haciendo énfasis en ciertos sub-sectores, requiere entender la lógica detrás de su cadena de valor. Sobre esto el gobierno puede hacer las intervenciones necesarias para garantizar y potenciar la calidad de los insumos.

Por ejemplo, en los últimos años hemos hablado de la industria de cine como un sector importante de una nueva estrategia de desarrollo económico. Sin embargo, no acabamos de entender que la mayor parte del valor se genera en la etapa de creación/producción y no necesariamente en la filmación. Para esto necesitamos entender de donde salen los insumos principales de esta industria. ¿De dónde surgen los actores, directores, guionistas, técnicos especializados y personal de apoyo? Esos talentos son el producto de los programas de arte y humanidades de las principales instituciones de educación superior y de la experiencia profesional.

Así como se propone incentivar la producción a través de la compra de acciones preferidas en empresas de capital local, el equivalente para fomentar la competitividad en las industrias creativas consiste en fortalecer esas instituciones e incentivar la producción artística en todos los niveles. Es hora de pensar en un política pública concisa y coherente sobre la inversión cultural. Este es el momento de buscar soluciones distintas a través de iniciativas distintas.

San Juan para Todos... desde la Cultura

Por Javier J. Hernández Acosta (javihernandez@yahoo.com) No existe duda de que algunos estamos contentos con la idea de que San Juan pueda servir de modelo para una “nueva forma de gobernar”. Pero gran parte del problema radica en convertir esa filosofía en políticas concretas que produzcan cambios. Después de todo, la autogestión requiere acción, y no necesariamente la gente está acostumbrada a eso. Como parte de ese proceso me interesa hacer una reflexión sobre el rol de las artes y la cultura en esa transformación. Por años el componente cultural no ha recibido la atención que muchos esperamos, ni en el plano estatal ni en lo local. Más allá de hacerle justicia, se trata de ubicarlo en el rol protagónico que merece en una coyuntura como esta. Inclusive, se hace imposible ocultar que San Juan debe ser un laboratorio de políticas culturales, tanto para otros gobiernos locales como para el escenario nacional. De igual forma, la propia reflexión busca servir para el análisis en otros contextos locales, añadiendo un toque de emplazamiento a no dejar la cultura en un segundo plano.

La discusión sobre políticas públicas para el campo cultural de entrada plantea un asunto de definición. Se trata de la cultura en su concepción más amplia, como modos de vida y acción, y la cultura como sinónimo de las artes. En este caso, es meritorio pensar la cultura desde ambas concepciones, sobre todo por su relación con la visión propuesta. A pesar de todas las posibilidades desde donde orientar la discusión, propongo estructurar la discusión sobre los ejes temáticos que aparecen en el diagrama abajo. La idea de presentarlo como círculos concéntricos permite entender que todas parten de un núcleo, que no es otra cosa que la visión de gobernanza propuesta, desarrollando enfoques que requieren intervención desde adentro hacia fuera, porque la falta de claridad y estrategias en uno de los círculos no permitirá ver el efecto en el próximo. Ese enfoque de adentro hacia fuera es precisamente la principal crítica (o gravísimo error), del modelo de intervención cultural de la pasada administración municipal: Partir desde macro de la ciudad, lo que obliga a orientar los proyectos hacia una infraestructura carente de andamiaje. Ese es precisamente el gran reto (o miedo) de conceptos de moda como la “ciudad creativa”, que en muchas ocasiones resulta una contradicción por su carácter excluyente. En resumen, el modelo plantea la importancia de que las instituciones culturales asuman su rol con la visión de gobernanza propuesta (y sus interacciones con otros sectores), que la unidad principal de intervención sea la comunidad, y que a partir de ahí se incorporé la economía cultural como prioridad para mejores las condiciones de la ciudad. Por supuesto, existen algunos objetivos y tareas que tradicionalmente realizan las instituciones culturales municipales que no se discuten en este trabajo, principalmente la actividad recurrente de administrar el patrimonio y auspiciar eventos culturales. Lo que se propone no elimina esas facultades pero reorienta las prioridades para impactar otras áreas.

La visión

Hablar de un "San Juan para todos", fundamentado en la autogestión y la democracia participativa requiere reconocer y entender la dinámica cultural. No tan sólo permitiendo los espacios y mecanismos de participación, sino desde el mismo proceso de estructurar cómo la gente contempla esa participación. Parte de pensar en las Comunidades como unidad básica de acción y reconocer la idiosincrasia de muchas de estas comunidades. Si pensamos en la diversidad cultural que caracteriza la ciudad, las “fórmulas” se convierten en un obstáculo para su implementación. Por lo tanto, la cultura debe convertirse en el hilo conductor de cualquier plan de desarrollo, ya que la mayoría de las propuestas se fundamentan en cambiar marcos mentales y no solamente en un cambio de estrategia o enfoque. Para ello la cultura deben estar presente en la “mesa grande” donde discuten las distintas áreas del plan de ciudad.

Las instituciones

Por su carácter transversal, la cultura es necesaria en la discusión sobre desarrollo económico, urbanismo, educación, turismo, familia y vivienda, entre otros. Y aquí ya estamos hablando de la cultura en todas sus concepciones. Si no se parte de la transversalidad de lo cultural, tendremos instituciones aisladas, como lo han estado siempre en todos los niveles, coordinando actividades sin mayor impacto o interacción con las necesidades apremiantes de los ciudadanos.

Para delinear las funciones de un Departamento de Cultura, es preciso tener claro cuáles son los componentes en la cadena de valor de la actividad cultural, incluyendo la formación, creación, producción, promoción y consumo.

Cada uno de estos componentes requiere actividades y alianzas específicas, y sobre un todo, un buen balance entre ellos. Por lo general, la mayoría de los recursos se destinan a las áreas de mayor visibilidad como la producción (o presentación), sin tomar en consideración los efectos reales sobre los objetivos de política cultural. Sobre este elemento de rendición de cuentas he propuesto un modelo de análisis bajo el concepto de “rendimiento cultural”, una herramienta para entender el impacto de ciertos proyectos sobre la propia actividad cultural.[i] El modelo, que incluye efectos sobre la oferta y la demanda, consiste en indicadores cualitativos y cuantitativos para cada uno de los objetivos de política cultural. En el lado de la oferta cultural, los proyectos deben entender el impacto sobre el desarrollo profesional (mano de obra), la diversidad en la oferta y los eslabonamientos con otros sectores. En el lado de la demanda, las variables de impacto son la educación, el acceso, la participación y la diversidad de la demanda. Como variable unificadora está el efecto de aglomeración, lo que en palabras sencillas se trata de la “vida cultural” de un área geográfica determinada.

Antes de discutir algunos ejes temáticos que podrían ser útiles para ese proyecto de cultura es necesario entender (y lo mismo ocurre con las instituciones estatales), que el diseño y estructura organizacional actual no es capaz de manejar estos enfoques, por lo que sería necesario una reestructuración hacia un modelo más flexible que permita la gerencia de proyectos.

Desarrollo Comunitario

Como se ha mencionado, la intervención prioritaria del municipio en el área de cultura debe ser a través de las comunidades. Los últimos doce años, además de todos los retos que conocemos, han servido para fortalecer ese sentido de identidad comunitaria, lo que definitivamente supone un punto de partida. Es necesario identificar los focos de liderazgo y el rescate de espacios físicos cuyos símbolos faciliten el que se conviertan en ejes de la actividad cultural. Sobre esas rutas se podrán implementar pequeños pero ambiciosos proyectos de residencias artísticas, talleres, espacios de creación y presentación y proyectos de consumo cultural auto-gestionado. Una vez más, ese impacto debe darse en todos los segmentos de la cadena de valor que se describe en el segundo diagrama. En términos de patrimonio, es importante poner atención “a lo pequeño”, creando proyectos de “memoria comunitaria” que se entrelacen con la producción audiovisual, literaria y turística.

Por ejemplo, para el componente de formación y educación es necesario establecer alianzas con las principales instituciones de educación artística de nivel superior, todas ubicadas en San Juan, con quienes se pueden establecer los proyectos de intervención. Con estas alianzas, el impacto puede llegar hasta la última etapa de la cadena, que es el consumo cultural. Otro ejemplo de entrelazar la gestión cultural y la autogestión se llevó a cabo en Caguas por algunos años, donde las comunidades se encargaban de producir los festivales en los barrios. En vez de los mega-eventos que atraen publicidad y reconocimiento, se segmentó la oferta para convertir a los barrios en co-productores de la actividad cultural y no solamente en audiencias pasivas. Siguiendo el modelo de “rendimiento cultural” tenemos un ejemplo de impacto sobre el desarrollo profesional, diversidad en la oferta, aglomeración y acceso, por dar algunos ejemplos.

Estas formas de organización deben servir de apoyo o consolidación de estructuras formales de acción comunitaria, al tiempo que se insertan en la toma de decisiones sobre el campo cultural. A partir de las comunidades como ejes, se debe fomentar la cooperación para lograr estructuras de trabajo de segundo grado como pueden ser los barrios, pensando en Río Piedras, Miramar, Santurce, Viejo San Juan, Puerta de Tierra, Condado, etc. Ya a este nivel se permite una interacción más profunda con sectores como el comercial, sin fines de lucro y el laboral. Por cierto, no sería un mal momento para plantear una idea que me ha perseguido desde Taller Cé, sobre posibilidad de organizar cooperativas de consumo cultural como proyecto para auto-gestionar el acceso y participación en la “canasta básica” de la actividad cultural. Definitivamente, existe un sinnúmero de posibilidades sobre cómo implementar programas bajo el enfoque comunitario. Sin duda, esta es la única manera que nos permite movernos al próximo paso de orientar la cultura como alternativa de desarrollo económico.

Desarrollo económico

El discurso sobre las industrias culturales y la economía creativa ha cobrado gran importancia en los últimos años. Se habla de su aportación al Producto Interno Bruto (aprox. 7% del PIB mundial) y al empleo (entre 3-5%), y se plantea la importancia de estas empresas como determinante de innovación y competitividad.[ii] Por supuesto, se trata de un discurso proveniente de grandes economías, y como muchos otros discursos sobre el “desarrollo”, su implementación forzada nunca trae los resultados esperados.  Por esta razón  hay que invertir la fórmula, ya que los famosos modelos de la “clase creativa” no garantizan que esos beneficios lleguen a los niveles más bajos. Precisamente, una de las grandes críticas a las propuestas de Richard Florida es que atraer “talento” a través de la regeneración urbana no necesariamente promueve la creatividad ni atrae personas con sentido de “compromiso comunitario”.[iii] En este caso, hablamos de “comunidades creativas” que provean insumos para el desarrollo de una economía cultural.

Los principales retos de promover una economía cultural en el plano local es que ni siquiera existe una base de política pública a nivel nacional para estos propósitos. No existe un sistema de indicadores adaptado a la realidad del sector cultural y la fragmentación de las instituciones vinculadas a la cultura dificulta una política cultural coherente. El Municipio tiene la oportunidad de hacer ajustes a través del mecanismo de Patentes y el CRIM (si finalmente pasara a manos del Municipio), lo que sería un adelanto para la medición del impacto. Por supuesto, uno de los grandes problemas de medir el impacto económico está en el gran segmento de la actividad que se mantiene en la economía informal. Y aunque muchos lo justifiquen con el argumento de la desproporcionalidad de la carga contributiva y el alto costo de vida, al final del día trae consecuencias negativas para el artista y trabajador cultural. A pesar de tener en promedio mayor preparación académica que el resto de la población, los artistas (en promedio) reciben una compensación menor.[iv] A esto hay que sumarle que dicha “informalidad” no les permite participar de los sistemas de seguridad social y de empleo tan necesarios para este sector. Al Municipio le corresponde implementar incentivos que inserten esta fuerza trabajadora en la economía formal, dándole acceso a estos beneficios. El efecto de estos incentivos se cancela en la medida en que estos trabajadores aportar a través de patentes, y tomando en consideración que obliga a algunos “patronos” a reportar mayores ingresos, algo que no ocurre en la actualidad cuando se esconden a través del pago directo a artistas.

Este plan de desarrollo económico cultural pueden aprovechar el debate sobre los códigos de orden público para traer a la discusión el concepto del “negocio cultural”. Si bien el debate de los horarios debe tomar en consideración diversos factores, uno de los principales argumentos es la propia actividad cultural que algunos de estos negocios generan. Esto podría ser un buen momento para estructurarlo con parámetros claros que a su vez sirvan para trabajar con la preocupación de la economía informal. Como parte de ese plan es importante atender el tema de la creación y fortalecimiento de empresas culturales. El Municipio debe revisar sus procedimientos y permisología para atemperarlos a la realidad de este sector y crear (y auspiciar) programas de apoyo al sector. Aquí será importante las alianzas que se logren con la Universidad de Puerto Rico, la Escuela de Artes Plásticas, y otras instituciones que por su naturaleza son focos de emprendimiento cultural. Sin embargo, ese apoyo a la incubación, aceleración y consultoría directa debe trascender la academia y llegar a todos los grupos. Sobre esto el Municipio puede proveer infraestructura física a través de la rehabilitación de espacios (hoteles de empresas culturales) y las alianzas con el sector privado y sin fines de lucro.

Finalmente, y no menos importante es el factor de financiamiento, uno de los retos tradicionales del sector cultural. Existe una responsabilidad del gobierno en contribuir a financiar la actividad cultural, principalmente porque la forma en que se genera valor en estas industrias no necesariamente se refleja en los precios. Por lo tanto, la intervención directa debe ser en función de los objetivos de política cultural como la diversidad, el acceso y la participación. Es importante que el componente de financiamiento trascienda la intervención directa a través de la oferta. Ya existen muchos mecanismos de incentivar a través de la demanda, algo que garantiza que las organizaciones y empresas orienten sus esfuerzos a la producción y comunicación y no tan sólo a cumplir con el gobierno para allegar más fondos, algo que se traduce en un círculo de dependencia. Existen algunas experiencias con los sistemas de “vouchers” que podrían adaptarse a la realidad puertorriqueña. Por supuesto, el área de financiamiento no puede ser menos creativo que la misma producción, por lo que se podrían explorar proyectos que integren a los ciudadanos y la empresa privada.

Ciudad Cultural

Hablar de ciudad cultural es darle coherencia a todo el programa y proyectarlo a nivel local, nacional e internacional.[v] Lo que quiero plantear es que normalmente la actividad cultural a nivel municipal destina todos sus recursos a comunicar “lo que tiene para ofrecer”, sin preocuparse por diseñar esa oferta. Por eso, una “Fiesta Patronal” no tendrá mayor efecto que el inmediato en la medida en que no crea continuidad a lo que allí se presenta. Es como poner todos los recursos en la fachada sin preocuparse por los interiores. Es aquí donde las rutas de “patrimonio histórico-cultural comunitario” pueden convertirse en recursos para el turismo, y donde los producción artística se vuelve la cara de la ciudad. Ya en este nivel pueden entrar todos los recursos publicitarios y de relaciones públicas. Inclusive se puede hablar hasta del “branding de la ciudad” si se prefiere, pero sólo cuando el trabajo de base está hecho. En esta etapa también es importante la cooperación internacional, lo que de por sí implica un balance óptimo con la producción local.

A manera de conclusión

A parte de un desahogo, está reflexión es un intento de bosquejar algunas posibilidades de intervención en el campo de la cultura. Son años de discusiones, intentos de gestionar proyectos(unos con mejores resultados que otros), pensar y repensar la importancia de la cultura, no sólo porque nos gusta sino porque es nuestro trabajo. Entre la motivación de conocer experiencias de otros países y la decepción con la falta de apoyo en mi experiencia trabajando en San Juan, se generan unas esperanzas automáticas. Pero somos responsables de convertir esas esperanzas con propuestas concretas y pensaría que esta coyuntura es única para esos propósitos. Sin embargo, es importante reconocer que al igual que en la economía, en la administración pública las ventanas de oportunidades de abren por cortos periodos de tiempo. Por esto los próximos meses son cruciales para que nos insertemos en ese proceso y aportemos con un toque de la iniciativa emprendedora que caracteriza a las artes. Después de todo, siempre he pensado que el sector cultural produce algunas de las mejores mentes, que simplemente han asumido a través de sus proyectos toda la carga de implementar un política cultural y social desde lo privado. Y a pesar de que lo puede seguir haciendo, la presencia del sector público como contrapeso permite fortalecer la creación y la producción cultural, con todos los beneficios que eso genera para la visión de ciudad y gobernanza que se está proponiendo.


[i] Javier Hernández. Cultural Return: Toward a Preliminary Framework. http://www.jace.gr.jp/ACEI2012/usb_program/pdf/4.7.4.pdf

[ii] UNCTAD. Creative Economy Report 2010. http://unctad.org/es/Docs/ditctab20103_en.pdf

[iii] Ann Markusen. Urban Development and the Politics of a Creative Class: Evidence from a Study of Artists. http://www.hhh.umn.edu/img/assets/6158/266%20Creativity%20Class%20Politics%2011.05WEB.pdf

[iv] NEA. Artists in the Workforce: 1990-2005. http://www.nea.gov/research/ArtistsInWorkforce.pdf

[v] Javier Hernández. William Miranda Marín y el Modelo de Ciudad Cultural. http://inversioncultural.com/?p=313

Entrevista en el programa Coolturéate

El pasado jueves 26 de julio de 2012 tuvimos la oportunidad de participar del programa Coolturéate que conduce la Dra.Wanda Pacheco Bou a través de Bonita Radio (www.bonitaradio.net). Durante el programa de una hora, Javier Hernández, director de Inversión Cultural, habló sobre la naturaleza del proyecto, planes futuros y asuntos relacionados a la gestión y política cultural en Puerto Rico. El programa está disponible a través de la plataforma Ustream.

http://www.ustream.tv/recorded/24264152

Yanni y los productores de espectáculos...

Por: Javier J. Hernández Acosta[1] (javihernandez@yahoo.com)

Publicado originalmente en El Nuevo Día el 23 de diciembre de 2011

http://www.elnuevodia.com/voz-lacoladeyanni-1150291.html

El revuelo que ha causado el concierto de Yanni debe obligar un análisis más profundo sobre el rol del gobierno en los asuntos culturales. Sin entrar en los méritos del concierto, que me parecen muy pocos, lo que ha quedado confirmado es la falta de interés en desarrollar una política cultural que al menos sea coherente. Pero esto no debe sorprender a nadie porque ha sido la norma por décadas. Y cuando hablo de política cultural me refiero a su concepción más amplia, a la construcción del Puerto Rico desde el cual nos insertamos en el mundo. ¿Qué análisis, si alguno, hizo la Compañía de Turismo, al auspiciar un evento que carece de valor cultural y no fortalece ninguno de los programas que promueven a la isla como destino? Debemos dejar claro que la diversidad cultural y el intercambio a través de las artes es necesario, pero ese intercambio debe ocurrir en igualdad de condiciones y para eso hay que partir desde el fortalecimiento de la identidad nacional y todas sus manifestaciones. Y por si los altos funcionarios de gobierno no logran identificar la relación, la base del turismo está en la cultura.

Pero también es necesario sacar a la luz pública un asunto de política cultural que ha pasado desapercibido, y me refiero a la Colegiación de Promotores de Espectáculos. Si bien es cierto que las colegiaciones parten de un interés público, ¿cuál es el interés público en este caso? Mientras algunos productores reciben altas sumas de dinero para eventos de poco impacto económico y cultural, los pequeños empresarios culturales pasan grandes dificultades para promover sus proyectos por las restricciones de esta colegiación. Esta ley se hizo para proteger a un puñado de productores locales ante la entrada de extranjeros, y sin embargo, la cantidad de empleos que generan es mínima, ya que la mayoría de los recursos funcionan a base de subcontrataciones, por lo que nunca se hubiesen afectado. Mientras, el daño colateral ha sido mayor que el beneficio. El interés público está en promover la actividad cultural a lo largo y ancho de la isla y en todos los géneros y manifestaciones artísticas, no promover monopolios que priven a los ciudadanos de su derecho a disfrutar libremente de las artes, y no solamente de Britney Spears y de Yanni. Ahora que las des-colegiaciones están de moda, aquí hay un interesante caso para evaluar.


[1] El autor es estudiante doctoral, profesor universitario y gestor cultural.

Presupuesto Recomendado 2011-12 Instituciones Culturales

Con el fin de facilitar el análisis de la gestión pública relacionada a la cultura, hemos preparado un resumen del presupuesto recomendado para el próximo año fiscal para las instituciones públicas relacionadas. La información fue extraída de la página www.presupuesto.gobierno.pr. A continuación un breve resumen de aspectos relevantes de cada agencia o entidad.

DESCARGAR RESUMEN EN PDF - - -RESUMEN PRESUPUESTO 2011-12 (CULTURAL)

La tabla presenta una comparación del presupuesto recomendado para el año 2011-12 y el presupuesto vigente. Es preciso señalar, que en algunos casos es preciso observar el origen de los presupuestos, ya que en algunos casos se componen de Resolución Conjunta del Presupuesto General, ingresos propios, asignaciones especiales y otros ingresos como fue el caso del Fondo de Estabilización y Fondos ARRA. Podrán notar que en algunos casos, la asignación mediante Resolución Conjunta fue mayor, ya que hubo que compensar el que los Fondos Especiales ya no estarán disponibles.

Muchas de las reducciones de gastos están justificadas en el documento a través de la reducción de gastos y reducción de personal, mientras que el caso de WIPR se establece que la diferencia de fondos fue lo asignado para la cobertura de los Juegos Centroamericanos.

La censura es un acto inútil

Por: Javier J. Hernández Acosta (javihernandez@yahoo.com)

Publicado originalmente en El Nuevo Día el 26 de noviembre de 2010.  http://www.elnuevodia.com/voces-esinutillacensura-825401.html

A menos de dos horas del lanzamiento oficial del nuevo disco del grupo Calle 13, la presidenta de la Junta Reglamentadora de Telecomunicaciones ya se encontraba en los medios censurando el material por considerarlo obsceno.  Una vez acepta que este asunto es responsabilidad de las autoridades federales, le solicita a los ciudadanos que escriban cartas para evitar que estas canciones se difundan en la radio.

Lo que resulta interesante de su solicitud es que para que supuestamente algo sea censurable debe resultar ofensivo a la mayoría de la población y carecer de valor literario o artístico.  Ahora, ¿de dónde esta señora asume tales conclusiones?  Tratando de ser objetivo me pregunto, ¿será por las palabras que se utilizan, por las denuncias que se hacen o por quienes se denuncia?  Lo que a esta señora le parece obsceno, lascivo y carente de arte, a mi me parece un pleno entendimiento de la cultura popular y un ejercicio democrático de libertad de expresión, a parte de una interesante aportación al panorama musical latinoamericano.

Obviamente, si observamos que en distintas ocasiones se ha aludido a un gobernador y a un alcalde,  presidentes y vicepresidentes de su partido, es fácil entender que se trata de una directriz, algo que la presidenta debería aceptar en vez de meterse en mares tan profundos como la censura y la obscenidad, áreas que ciertamente no son su especialidad.  La censura es un acto inútil que siempre termina beneficiando al arte.  Si tienen duda vean el caso de las caricaturas, que gracias al intento de censura de la Comisión Estatal de Elecciones terminaron recorriendo todo el país.  La curiosidad puede mucho más que el llamado hipócrita que siempre se hace en nombre los valores y la moralidad.  El arte tiene que defenderse con uñas y dientes, denunciando cualquier intento de frenar su expresión, pues lo único censurable es quien promueve la censura.

William Miranda Marín y el Modelo de la Ciudad Cultural

Vale la pena que el fallecimiento de William Miranda Marín sirva para resaltar uno de los principales aciertos de su administración.  Se trata de la cultura como un pilar de su visión de futuro para Caguas y Puerto Rico.  Su gestión creó un modelo de Cuidad Cultural cuyo seguimiento deberá ser una obligación para todo aquel que aspire a ocupar su cargo. La planificación fue la primera gran virtud de su administración.  Dejó atrás el gobernar a través de presupuestos anteriores para hacerlo a partir de metas y objetivos que sustentaran su misión: pensar en la cultura como un eje central del desarrollo y no como una simple área de la administración pública.  Recurrió a la participación ciudadana como mecanismo para fortalecer la planificación y el sentido de pertenencia en las comunidades.  Entendió la importancia de generar capital cultural a través del acceso a la creación y gestión como alternativa para combatir la desigualdad social.

Para alcanzar la llamada Ciudad Habitable, Willie promovió las interacciones necesarias entre el urbanismo, la preservación y desarrollo del patrimonio natural y cultural y un mayor acceso a las artes en todas sus manifestaciones.  Proyectos de revitalización en el casco urbano, el Centro de Bellas Artes y el Paseo de las Artes, demostraron que se puede fomentar actividad económica sin sacrificar el valor cultural de la Ciudad.  Por cierto, hemos visto como los comerciantes del área han autogestionado actividades culturales recurrentes, maximizando el beneficio de estos espacios públicos.  El desarrollo de una red de museos que honra tradiciones, artes populares e ilustres puertorriqueños y el Jardín Botánico y Cultural, sirven como evidencia de la importancia de fortalecer la identidad nacional y asegurar que futuras generaciones puedan disfrutar de estas riquezas.

Las artes también fueron una prioridad de su administración.  Múltiples festivales gestionados por las propias comunidades, en los cuales siempre estuvo presente, y una oferta cultural variada, tanto local como internacional, dieron la oportunidad a la población de disfrutar de eventos de alto nivel y libres de costo.  El pasado año, propicio un foro sobre industrias creativas, por lo que su administración también estaba al tanto de la importancia de las artes en el desarrollo económico.

William Miranda Marín siempre estuvo muy consciente de la responsabilidad de construir y fortalecer una identidad nacional a través de la actividad cultural.  También sabía que esto mejoraba la calidad de vida, un requisito indispensable para el desarrollo económico y social del país.  Su legado es a su vez una obligación para quienes le sucedan.  No continuarlo supondría retroceder años de esfuerzo y acertada política pública.

Por: Javier J. Hernández Acosta

Publicado en El Nuevo Día bajo el título: Idea de Ciudad Cultural

http://www.elnuevodia.com/columna-ideadeciudadcultural-719748.html

http://dialogodigital.com/es/cultura-hoy/2010/06/willie-modelo-ciudad-cultural

La defensa de nuestra música autóctona

En días recientes ha resurgido el tema de la Ley de Música Autóctona.  Las enmiendas aprobadas por la Legislatura reducen de un 30 a un 10% el total de gastos requerido a las entidades públicas para la contratación de agrupaciones musicales que representen las distintas variantes de nuestra música tradicional.  Los proponentes argumentan que el 30% nunca se cumplió, y que al reducir el por ciento, pero sobre el total de gastos por año, y no por actividad, realmente se beneficiarán los sectores involucrados.  Nadie en su sano juicio entiende esta lógica, y ya de inmediato han comenzado manifestaciones de repudio por parte de la comunidad artística. Este tipo de proyecto provoca grandes simpatías porque contribuye a garantizar el desarrollo de ciertas manifestaciones culturales.  La lógica detrás de esto, es que las industrias culturales tienen beneficios que van más allá de su valor económico, por lo que no pueden dejarse simplemente a las dinámicas del libre mercado.  Entre esos beneficios se encuentra la construcción de una identidad nacional, el prestigio y orgullo que provocan y, sobre todo, un elemento de sostenibilidad que garantice que futuras generaciones tengan la oportunidad de disfrutar de estas manifestaciones.  Para asegurar esto, el gobierno tiene la opción de estimular su demanda y oferta a través de medidas como esta.  Pero cuando la misión va más allá del factor económico, es preciso establecer otras medidas como estimular la demanda a través de los consumidores, cuyos gustos, según se ha probado, se definen a través de la educación desde muy temprana edad.

Las leyes deben ser mecanismos que sirvan para promover políticas públicas establecidas como resultado de la investigación y el análisis.  Sin embargo, este no ha sido el caso.  Desde que se aprobó la ley, eran evidentes sus deficiencias.  No le precedía una política cultural que tan siquiera estableciera definiciones, no proveía mecanismos de control reales y eficientes, y parecía más bien una oportunidad de negocios para que los productores aumentarán su beneficio inflando facturas.  Después de todo, siempre me pareció que la oferta cultural de música tradicional en nuestras plazas nunca aumentó después de la Ley.

Lo que sí ha logrado la Ley 223 es ser un dolor de cabeza para la comunidad artística, que más allá de aumentar su exposición, han tenido que dedicar sendos esfuerzos para proteger una Ley que les ha beneficiado muy poco o nada.  “La causa es justa y necesaria, pero el proyecto no sirve…aunque es mejor algo que nada…”.  Acaso no es este el círculo vicioso al que nos tienen acostumbrados los políticos de turno.  Si la cultura es una “prioridad personal” del Gobernador, como dijo en su último mensaje, entonces es el momento de exigir, no la eliminación de las enmiendas, si no la elaboración de un plan para promover nuestra música autóctona en todas sus vertientes.  Un plan que podría surgir de la propia comunidad de músicos, y que incluya áreas como incentivos a la producción y el consumo, el fomento de la educación en etapas primarias y medidas económicas como el enlace con proyectos de turismo cultural y la exportación de bienes y servicios culturales.  No olvidemos que estamos hablando de géneros populares, precisamente porque tienen cierto arraigo en el pueblo.  En ese sentido, el apoyo del estado no debe ser la finalidad si no un complemento para la iniciativa y la autogestión cultural.

Por: Javier J. Hernández Acosta

http://dialogodigital.com/en/dialogico/2010/06/defensa-nuestra-musica-autoctona

Sobre la competitividad en las industrias culturales

Aunque existen varias definiciones de competitividad nos resulta más acertada la elaborada por el Consejo de Competitividad de los Estados Unidos que establece que esta es “la habilidad para producir bienes y servicios que pasen el examen del mercado internacional a la vez que los ciudadanos obtienen un nivel de vida creciente y sostenible a largo plazo”. Esto significa que, aunque la productividad es el factor más importante de la competitividad, queda establecido que los mecanismos tradicionales de mejorar la productividad a través de la mano de obra y otros insumos baratos, a largo plazo, no mejora el nivel de vida de los ciudadanos. Michael Porter, profesor de la Universidad de Harvard, establece cuatro determinantes para la competitividad nacional, los cuales pueden ser aplicados a las distintas industrias, en este caso las relacionadas a la cultura. Estos son: la condición factores, la sofisticación de la demanda, el desarrollo de industrias de apoyo y relacionadas (clusters) y la estrategia y competencia entre las firmas. Para las industrias culturales se debe aplicar el modelo utilizando indicadores económicos y culturales que midan el rol de los distintos sectores o agentes en el fomento de la productividad.

Las entidades públicas y privadas deben asegurarse de proveer una educación artística, tecnológica y empresarial de excelencia, contribuyendo a la investigación e innovación en todas las áreas. De igual forma, es vital desarrollar y mantener espacios de exposición cultural y alternativas de financiamiento para la creación y desarrollo de proyectos culturales. El Estado también deberá elaborar una política pública que reconozca y promueva la importancia de este sector a través de incentivos e incorporar las estadísticas del sector cultural a los indicadores sociales y económicos.

Puerto Rico ha sido uno de los mercados con mayor potencial en productos culturales. Su relación con el mercado estadounidense, unido a su cultura hispana, lo ubica como trampolín para la penetración de nuevos mercados. Su demanda siempre ha tenido acceso a un sinnúmero de manifestaciones artísticas, lo que la hace una sofisticada. Dirigir esfuerzos a la educación de la población en términos de alternativas de entretenimiento cultural, contribuirá a asegurar la calidad de las propuestas, lo que redundará en mayor competitividad a nivel internacional. Actualmente, los artistas puertorriqueños cuentan con un gran reconocimiento basado en su calidad y preparación, una ventaja competitiva que debe mantenerse y fortalecerse.

Para alcanzar niveles altos de competitividad es necesario proveerle a los agentes culturales industrias de apoyo que hagan la producción cultural eficiente. Por ejemplo, la industria musical necesita estudios de grabación, salas de ensayo, acceso a equipos electrónicos e instrumentos musicales, reproducción de discos, diseño gráfico y herramientas promocionales, entre otros productos y servicios. No tener estos recursos disponibles, dificulta y encarece la producción cultural. Finalmente, es necesaria una estrategia cuyo balance fortalezca tanto a la industria como a la sociedad misma. Por ejemplo, un régimen de propiedad intelectual que garantice el derecho de los artistas a vivir de su trabajo, pero asegurando el acceso de la población a la cultura. Proteger las manifestaciones tradicionales de la cultura local, pero promoviendo la diversidad como forma de enriquecimiento cultural. Asegurar un nivel de competencia que promueva la innovación, pero más bien basada en la cooperación y la colaboración artística.

La competitividad es un asunto de productividad, pero volvemos a recalcar que en las industrias culturales, los modelos tradicionales deben ser adaptados para reflejar la importancia del “valor cultural”, al tiempo que se promueve la actividad económica y el empleo, siendo una alternativa sostenible que a su vez garantiza un mejoramiento de la calidad de vida de un país.

Por: Javier J. Hernández Acosta