El peligro de la economía

Por: Javier J. Hernández Acosta(javihernandez@yahoo.com) Vivimos en el siglo de la economía. No hay duda de que esta ciencia social ha comenzado a estar presente en todas las facetas de nuestras vidas. Sobre todo, porque se ha convertido en el eje de la administración pública y su evaluación. Nadie puede negar que estudiar la distribución de los recursos escasos es necesario en nuestros tiempos, pero debemos aceptar que también hay algo de moda envuelto. Ahora todo gira en torno a la productividad, utilidad, competitividad y todos los términos con el mismo sufijo.

Lo cierto es que el problema radica cuando convertimos a la economía en una finalidad y no en un medio a través del cual se buscan mayores libertades para los seres humanos. La finalidad de la economía es una cultura enriquecida, donde los individuos tengan acceso igual a un mejor estilo de vida, donde adquieran mayores derechos y cubran mucho más que sus necesidades básicas. En ese sentido, cuando utilizamos estadísticas como el producto interno bruto o el desempleo, tiene que ser en función de los individuos, porque el análisis agregado siempre desenfoca la terrible inequidad en la distribución de la riqueza.

Si tomamos como ejemplo el llamado a una reforma laboral o el despido masivo de empleados públicos, debemos ser cuidadosos cuando se habla en nombre de la competitividad, porque después de que suban los índices ya nadie se preocupa por el destino de esa riqueza. Es peligroso dar pasos hacia atrás y renunciar a derechos adquiridos cuando al final de eso se trata. Basta con mirar las dinámicas del comercio internacional para entender esto. Aún cuando es obvio que los países se benefician, muchas veces los sectores desplazados no tienen opción real de moverse a sectores más productivos, aun cuando las estadísticas indiquen algún tipo de crecimiento a nivel macro. La economía no puede ser una fiebre de alcanzar cifras, porque detrás de ellas hay individuos, familias y comunidades con expectativas de una mejor calidad de vida.