La corrupción en el arte

Publicado originalmente en El Nuevo Día 2 de noviembre de 2010 http://www.elnuevodia.com/voces-corrupcionenelarte-809789.html

Por: Javier J. Hernández Acosta

(javihernandez@yahoo.com)

En días recientes analizaba el índice de corrupción que publica Transparencia Internacional y me preguntaba si era correcto hablar de países corruptos. Inmediatamente acepté que era una excelente oportunidad de tratar el tema de la corrupción como uno problema social que afecta todos los aspectos de nuestras vidas. La corrupción no es otra cosa que un abuso de poder con el fin de lograr algún tipo de enriquecimiento. Nuestros políticos han hecho todo lo necesario para adoptar el término, pero sería irresponsable reducir su magnitud a este segmento. Sabemos muy bien que la clase empresarial es otro foco muy afectado, pero también cualquier sector que genere algún tipo de riqueza, y las artes no son la excepción.

En la industria de la música conocemos el alcance de la payola en la radio, lo que nos plantea la preocupación de la institucionalización de la corrupción cuando sabemos que ocurre y no se hace nada. Pero también es un acto de corrupción cuando la radio pone presiones indebidas sobre los artistas para su beneficio, o cuando los productores de televisión se benefician del trabajo de los músicos apelando al trueque.  Pero más impresionante resulta la práctica de las co-autorías, donde artistas reconocidos obligan a los compositores a compartir los créditos de sus canciones como condición para utilizarlas, obteniendo un beneficio económico de las regalías por derechos de autor.  De igual forma, vemos como artistas recurren a la compra de sus discos para alterar los reportes de ventas.

El caso de las artes plásticas no parece ser distinto.  Es increíble observar prácticas que no tienen nada que envidiarle a Wall Street.  Sobrevaloraciones ficticias mediante la fijación de precios iniciales en subastas y la retención de obras por las propias galerías, y cuyo único fin es crear una burbuja artificial en el valor de las piezas;  o cuando directores de museos toman decisiones sobre exposiciones basándose en sus colecciones personales.  Los tentáculos de la corrupción están en todas partes, y su alcance se demuestra en la propia contaminación del arte.