Fomentando el emprendimiento cultural

El empresarismo es uno de los pilares de cualquier economía. Requiere de una cultura orientada a las metas, con altos niveles de tolerancia al riesgo, capacidad de innovación y de identificar oportunidades. Estas características también parecen ser comunes a la hora de describir a los artistas. Y aunque la propia naturaleza de la creación artística supone un ejercicio de emprendimiento, lo cierto es que se ha creado una concepción errónea de que éstos no están capacitados para asumir ese rol. La nueva economía del “Long Tail” (cola larga), planteada por Chris Anderson, plantea que la “cultura de masas” se ha reducido grandemente ante el agregado de una “cultura de nichos”, gracias a la accesibilidad a productos específicos que ha permitido la tecnología. “La Regla del 98%” establece que aproximadamente el 98% de las canciones en las velloneras digitales y en itunes, de los DVDs para alquiler en Netflix y de los libros en algunas librerías digitales se venden o alquilan al menos una vez por trimestre. Esto significa que por primera vez los consumidores pueden adquirir exactamente lo que buscan, sin estar limitados por el poco espacio y costo de los estantes en las tiendas tradicionales. Gracias a la tecnología, por primera vez es mejor negocio para los distribuidores el inmenso “mercado de nichos” que el reducido sector de los “top charts”. El éxito consiste en hacer un producto de calidad, lanzarlo al mercado y asegurarse de que la gente sepa que existe. La reducción de inventarios, el acceso a la distribución digital y la impresión al momento (print-on-demand), crean una nueva oportunidad de negocios que sólo puede ser capitalizada si se provee a los artistas con la infraestructura y el conocimiento necesario.

De los distintos agentes de la industria cultural, es necesario resaltar la importancia del emprendimiento individual o a través de microempresas. Por un lado, el modelo tradicional de las multinacionales ha demostrado necesitar de mecanismos que afectan y alteran la naturaleza misma del producto cultural para poder alcanzar los niveles de rentabilidad que la industria entiende conveniente. Por otro lado, aunque es necesario el desarrollo y fortalecimiento de una clase de gestores culturales encaminados a promover la sostenibilidad en la industria y la creación de “valor cultural”, no es menos cierto que en muchos casos, la singularidad y escasez de recursos en la producción artística hace que sólo sea viable y rentable cuando el propio artista asume el rol de emprendedor. Por esta razón, el emprendimiento cultural es el eje que permitirá el desarrollo de una industria sólida y competitiva a través de la aportación de los demás agentes involucrados. Para fomentar una cultura de empresarismo es preciso diseñar mecanismos de educación enfocados al desarrollo de las destrezas requeridas y también de estructuras de apoyo directo a la propia gestión empresarial.

Por:  Javier J. Hernández Acosta